22 noviembre 2024

Los tiempos por venir (o que ya se fueron)

Todo cambia dicen, muta, se transforma, es una verdad de Perogrullo  el decir que la sociedad del 2011, ya no es la misma de la que existía en la década del ’40, ’50 o siquiera ’90.

Debemos modernizarnos, es la sentencia de los progresistas! Hay que mantener las estructuras y los valores! Es el latiguillo de los conservadores. Detengámonos aquí por sólo un instante, me pregunto y pregunto: cuál sería la frase que nos reconozca como en un punto medio… si es que cabe la neutralidad o el punto medio  ante los innegables cambios sociales y estructurales en los que vivimos, si es cabe el ser un “poco tibios” en nuestro pensamiento.

Aquellos que sostienen la inexistencia de un derecho informático autónomo, pregonan que “el Derecho es el derecho”, que su contenido no ha variado en nada, que el derecho informático no existe, sólo es el mismo conjunto de normas pero con un aditamento tecnológico que mantiene su esencia y estructura sin variar en nada su aplicación.

Desde mi pequeño lugar disiento.

Internet, las nuevas tecnologías (esas que mañana son viejas y obligan a llamar nuevas a las incipientes), destruyen paradigmas día a día, obliga a reformular los modelos de negocios, las leyes, las conductas sociales, nuestra vida toda en definitiva.

Como ejemplo de estos cambios, quisiera comentar una anécdota que ocurriera con la hija de mi Sra. Estaba un viernes a la tardecita, sentado en mi casa y observaba a Vale (la hija de mi esposa), una adolescente promedio, de 15 años, sumida profundamente en el mundo de Messenger y Facebook, me maravillaba la velocidad con que tipeaba y la precisión con que dirigía el mouse (pensar que yo aún hoy no puedo escribir mamá sin mirar el teclado), como dijera, estaba fanatizada con el teclado siendo tremenda  la velocidad con la que movía sus dedos, cuando que de pronto, sin dejar de escribir, gira su cabeza hacia mi y me pregunta: ¿qué me mirás?, más sorprendido aún porque en ningún momento dejó de escribir, le explico que me asombra su concentración, hago una pausa y dejando aflorar el adulto que hay en mi le pregunto porque mejor en lugar de meterse en el Messenger y hablar por chat con sus amigos,  no se iba hasta la casa de alguno ellos o se juntaban todos en un lado…,  ella, sorprendida y sin terminar de entender mi postura  y cual sería la gracia de ver cara a cara a alguien, me responde: ”no puedo, a esta hora se conectan todos, y si no estoy… no estoy…”. Plop (o sea me caí de espalda por tan brillante, clara y concreta respuesta).

Lo que me dijo no fue una redundancia ni una obviedad, fue una definición contundente de una realidad social de un cambio en la forma de vivir y entender la realidad, si no esta conectada, no existe para sus pares, son los nativos digitales que entienden la sociedad de una manera distinta a nosotros ancianos tecnológicos.

Hasta el momento dirán que me dediqué más a fijarme en que hace un adolescente que a explayarme sobre derecho informático, pues esta anécdota era necesaria para que se entienda mi punto de vista relativo a la autonomía del mismo. Los que hasta ahora sostienen que no hace falta legislación nueva que lo regule o modificar las estructuras jurídicas para su contención se equivocan tanto como yo cuando pretendía que esta nativa digital se relacione e interactúa de una manera a todas (sus) luces arcaica y fuera de tono. Pretender que la sociedad y por ende sus hechos y costumbres no a cambiado, es pretender usar un teléfono a manija para discar, pretender perseguir delincuentes o resarcir daños cometidos con nuevas herramientas tecnológicas, es pretender mandar un mensaje de texto por avioncito, no se si me explico.

Internet y las nuevas tecnologías, esas que a esta altura del texto ya quedaron obsoletas, nos cambian la vida, nos empujan, nos presionan, nos convencen, nos insertan y segregan, no señalan quien está y quien no, nos dicen donde estar, nos señalan los cambios nos indican el camino, resta que nosotros vayamos caminándolo con mucha atención para no caer en la tentación de creer que porque la tierra esta bien apisonada no hace falta asfalto.

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Guillermo M. Zamora

Guillermo es abogado especializado en derecho informático del estudio jurídico Lex-Trelew, Chubut, Argentina. Es vicepresidente 2° de ADIAr y además es Director de la Red Iberoamericana El Derecho Informático. También lo pueden encontrar en Twitter.

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