El hombre, aún en las cavernas tuvo vocación de nodo. La precariedad de las comunicaciones en ese entorno primitivo no era una cuestión de actitud propia del hombre hacia el aislamiento, sino más bien de la existencia de recursos materiales primarios y escasos, cuyos atributos no podían generar sino resultados de interacción realmente incipientes.
Por eso el hombre optó por el fuego y se hizo del humo, y en las cavernas grabó los mensajes en imágenes de animales y otras formas diversas, experimentó con las danzas tribales, con los cánticos de guerras, con los sonidos guturales…todo ello con el propósito de ser más allá de él, de crearse un entorno, y por qué no: crear de esa manera redes primitivas de interconexión que le aseguraran su propia supervivencia, y la de su tribu.
Hoy en día, el fenómeno de las redes sociales se basa precisamente en la lógica interactiva y multinodal de Internet. Cada ciudadano conectado es un nodo y cada nodo tiene un rol. La fortaleza de las redes sociales es proporcional al grado de madurez y conciencia de sus partes, de sus nodos, y esa fortaleza crea paradigmas, valores, que terminan siendo la guía de una comunidad en un tiempo determinado y a partir de la cual se modelan sus conductas.
De modo, pues, que las redes sociales se han ido convirtiendo vertiginosamente en una especie de laboratorio global donde se alojan los sueños, se reciclan las ideas, y nacen las soluciones. Son una especie de detonante tirado por muchos hilos, articulados globalmente sólo por la buena conciencia.
Su fortaleza reside, entre otros aspectos, en los siguientes:
1. La Interconectividad. Es uno de los elementos claves de la red. Seres en puntos diversos y distantes del planeta están conectados con comunidades de intereses afines, sin que se conozcan previamente y sin que hayan tenido que hacer importantes inversiones previas de movilización para reunirse y conocerse.
2. Informacionalismo. Este es un término acuñado por Manuel Castell en la Sociedad Red para definir al nuevo paradigma tecnológico que constituye la base material de las sociedades de comienzo de siglo XXI. Está basado en el aumento de la capacidad de procesamiento y la comunicación humanas, y su característica principal es precisamente esa capacidad auto-expansiva de procesamiento y de comunicación en términos de volumen, complejidad y velocidad. (Castells, 2004).
3. La horizontalidad. Las redes sociales son horizontales por naturaleza, en oposición a los sistemas verticales de interacción y control humanos, típicos de los sistemas de organización política tradicional, o empresariales más conservadores. La horizontalidad es una feliz consecuencia de la irrupción de la tecnología a gran escala, del acceso masivo a los dispositivos de interconexión, de la espontaneidad, del empoderamiento ciudadano.
4. La conciencia de enlace. Las redes sociales están conformadas, primordialmente, por dos grandes componentes: infraestructura y seres humanos. Las personas son el componente vivo de ese gran sistema de red, nodos de conciencia que pueden optar por vivir o sobrevivir. Si viven, actúan a conciencia, piensan, generan debates, opinan, disienten, aportan, coinciden, se integran conforme a propósitos deliberados. Si sólo sobreviven, son actores pasivos, re-plicantes, simples caminantes del camino señalado por otros.
5. El arraigo de la Justicia. Con las redes sociales ha ocurrido un despertar de la conciencia; el ciudadano se ha auto empoderado y ese empoderamiento no es un fin en sí mismo sino más bien una herramienta para incidir. Incidir en el entorno, transmitir ideas, puntos de vista. Una herramienta para compartir. Compartir experiencias, información…crear conocimiento. En suma, construir nuevos valores, nuevas formas de comportamiento crítico cuyo fin último no es más que esa eterna búsqueda de El Dorado, es decir, la búsqueda de la Justicia.
Creemos con Castells que nuestro reto es, pues, concebir y asumir de una vez y para siempre la lógica interactiva y nodal de Internet como herramienta para la inclusión y la colaboración.
Qué así sea!